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jueves, 6 de octubre de 2011

Relato ganador del "Concurso 333": Path of desire

En primer lugar, quería darle las gracias a Crónicas de una tía cualquiera. Al realizar este maravilloso concurso que ha permitido a mucha gente poder expresar sus sentimientos, mandándolos a un sitio que sabes que van a ser mirados críticamente, puesto que es un concurso que en principio lo que hace es abrir alguna puerta más de las que ya tienes, para que tus composiciones sean mas conocidas y poder hacerte un hueco entre tanta gente tan importante. También quería darle las gracias por otorgarme el primer premio en la categoría de relato, es importante que sepáis que es un premio verdaderamente importante para mi y solo puedo dar las gracias una vez mas. Sin mas preámbulos os dejo con el relato ganador: Path of desire.



-Venga va, échamela en el vaso. -¿Cuántas, una o dos? - Le miré de arriba abajo. –¿Te piensas que soy solo una cara bonita?, ¿Que no sé cuantas pastillas tengo que tomar?, Ponme dos en el vaso pero dame otra para después. Tu impertinencia va a hacer que me tengas que bajar el precio. -Esta noche iba a ser la mejor de mi vida, ahora que le había dado por culo al imbécil de Mark, ya no tenía que rendir cuentas a nadie, la verdad tampoco lo pensaba hacer. Me llevaría a Paulette a que le dieran un buen meneo, conocía el lugar idóneo.

Humo, estrépito, esencia de Jack Daniels con red bull y un nombre…”Path of desire”. A Sondra le encantaba aquella discoteca, bueno… en realidad no sabía si le gustaba, siempre que entraba en ese tugurio nunca salía consciente. Quizás fuera ese morbo el que hiciera que con dos pastillas de éxtasis la noche se tornara eléctrica… Quizás corta, tanto como su vestido color coral y sus botas, llenas de esa mezcla de barro y majaderías de aquella princesa de psiquiátrico, rezumando locura por los cuatro costados.

-¿Es aquí?, Madre mía, con la cola que hay hoy no entramos… -Paulette, mírame a la cara, ¿Me ves con cara de esperar?. – Paulette se quedó muda, la cara de Sondra estaba desencajada y no era ella la que le iba a replicar- No, ¿Verdad?, pues ahora sígueme. -Sondra se saltó el cordón de seguridad y fue directamente a hablar con el portero, no sin antes regalarles un bonito gesto con el dedo corazón a las más de 333 personas que esperaban la cola. -Hola encanto. – Señoritas, ocupen sus respectivos sitios en la fila. –Estamos muy cansadas, ¿verdad Paulette?, si tenemos que esperar toda esa fila cuando queramos entrar ya se habrá acabado lo bueno… igual quieres saber qué es lo bueno que yo te puedo ofrecer. – Y nada mas decir eso se acercó al portero y sinuosamente comenzó a pasarle la mano por el brazo, sintiendo cada uno de sus músculos, el torso, la pierna, hasta que le agarró por el hombro, se colocó otra pastilla en la lengua, se acercó a su cara, le besó en los labios y después le pasó la pastilla. El portero se había quedado a cuadros. –Hasta otra, un placer hacer negocios contigo. – Sondra y Paulette, cruzaron la puerta de aquel fétido tugurio mientras el portero lidiaba con la jauría de bestias que se le echaban encima. – No creo que esta sea una forma ética de entrar aquí Sondra.- No me suelo llevar muy bien con la ética, dice que le recuerdo a ella de pequeña. Paulette, a la derecha la barra, vete a ponerte fina, yo ya vengo puesta de casa. – Pero…- Nada podía parar a Sondra, había dicho que aquella sería la mejor noche de su vida y lo iba a cumplir, costase lo que costase.

- Cuando la cosa va de macrofiestas, Sondra es una experta. Sus caderas son una pieza más de la pista de baile y su melena completamente enmarañada, la respuesta a si la música era ya una facción más de su cara. La cuenta de hoy de momento se reducía a cuatro Insinuaciones, tocamientos superficiales y miradas llenas de lujuria. Sondra ya no es dueña de su cuerpo. Sus curvas, bajo su punto de vista cada vez más pronunciadas debido a la presencia de éxtasis en su sangre, se arrimaban a cualquiera que pasara. La cosa iba de vaivenes, hasta que se cruza con esa mirada. A lo lejos, parado entre la multitud resalta la cabeza de un chico, pelo color caramelo y ojos color bosque. Sondra detiene su incontrolable baile, le mira y ve como el chico, comienza a moverse, lentamente, parece atravesar a la multitud, se dirige hacia la salida de incendios, Sondra le sigue, hipnotizada como nunca antes lo había estado por aquellos ojos en los que anidan golondrinas, que lentamente se van alejando. Sondra consigue llegar hasta la salida de incendios por la que él ya ha salido hace escasos segundos. La puerta se le hace tan pesada que piensa que sus brazos no resistirán el peso y se quebrarán como si fuesen de cristal. Al salir al exterior mira hacia todos los lados posibles, nada, solo la oscuridad que le ha mordido terreno a la luz del día y cuatro toxicómanos, tomando otra dosis de su medicina. Sondra no se lo puede creer, ¿Dónde ha ido?– Oye guapa, ¿buscas algo? – Le respondió uno de los reyes de la metadona.- ¡A ti que te importa, métete en tus asuntos! – Así que la niña nos ha salido respondona eh, pues a ver si tienes respuesta para esto. ¡Chicos, enseñémosla a esta preciosidad cuales son nuestros asuntos! – Al oír esto sintió como su corazón comenzaba a acelerar su ritmo, impasiblemente, parecía que se le iba a salir del pecho. Quiso luchar contra lo que se le venía encima, sus puños ya no le respondían y se sentía desfallecer. Se dejó caer al suelo, con una mano en el pecho, pero sin perder la consciencia totalmente. No podía ver nada, pero si oía perfectamente, oyó golpes, gritos, injurias, amenazas, silbidos, pero ella no sintió nada, simplemente estaba allí tirada en el suelo, en medio de algo, que escapaba a los límites de su imaginación. Súbitamente, sintió como unas manos cálidas la recogían del suelo, la llevaban y la posaban sobre una superficie mucho más mullida y segura. Se sintió con fuerzas suficientes para abrir los ojos, y lo que vio hizo que una lágrima, pura y cristalina resbalara por su mejilla. Él, su cara perfecta, sus dos lunares en el lado izquierdo de la cara, parcialmente cubiertos de una barba poco frondosa de tres días. Aquel que había seguido hasta la puerta de incendios, que había desaparecido sin dejar rastro, solo aquellos toxicómanos furibundos… Se encontraba delante de ella, con sus ojos llenos de golondrinas, mirándola de hito en hito, intentando descifrar el por qué su cara tenía ese rictus de dolor. – ¿Cómo te llamas? - …- Su pregunta no tuvo respuesta, bueno… no respuesta hablada, lo único que Sondra pudo hacer fue acercar sus labios a los de él. Nunca antes, en sus múltiples relaciones había conocido a alguien que besara con tanta pasión. Él era un pecado hecho hombre, sus manos recorrieron su cuerpo, con una dulzura sobrehumana, estudiando cada recoveco, cada lunar. Escuchaba cada latido de su corazón. Besos, caricias, ternura, pasión, lujuria… Cuando tuvo todo eso despegó sus labios de él. Le miró a los ojos y pronunció una frase que nunca había pronunciado antes. – Te amo. – En ese momento todo pareció mezclarse, y un agudo dolor de cabeza hizo acto de presencia. El chico alejó su cara de la de Sondra, y en sus labios, solo gesticulando pudo leer: -Nos volveremos a ver, en tus sueños. -Mientras tanto, el ruido crecía a su alrededor y todo se volvía más nítido. Sondra no entendía nada y no se podía quitar una idea de la cabeza, -¿Cómo te llamas?, ¿Cómo te llamas?... En ese momento desperté. Oí nítidamente el sonido de una ambulancia, el suelo donde estaba recostada era una camilla y la voz que me preguntaba mi nombre era la de un enfermero. La mano que recorría mi cuerpo era la de Paulette, que lloraba desconsoladamente mientras me metían en la ambulancia. No podía ser, todo había sido un sueño. Un grito rasgó el cielo y todos los cuervos que estaban posados en las antenas salieron volando. – Lo volveré a ver. – Me dije a mi misma. –Aunque sea en mis sueños.

sábado, 1 de octubre de 2011

Sailor



Cuando las golondrinas sueñen, que el otoño ha terminado, los corazones saldrán de sus madrigueras para cantar a pleno pulmón, una canción de amor, olvido y lujuria, que hará que la de los ojos color berenjena despierte de su profundo sueño y surque los mares en su pequeño navío de sentimientos. La canción inundará los cielos, llegará a nuevos horizontes, atravesará pechos como si de una daga envenenada se tratase. El veneno será su sangre, la cual es verde y no roja, porque verde es el color de su piel, cubierta de hojas y helechos que la recorren de arriba a abajo vistiéndola de princesa de las mariposas. Cuando zarpe del puerto del alma extraviada cogerá los remos y los tirará por la borda, porque no los necesita, solo precisa de un ente errante que observe su baile para que cuando ella no esté, deje su legado escrito en una fresa dorada. Alejándose mecida por la corriente hacia el ocaso, se adentrará en un banco de niebla, y cuando vuelva a salir ya no estará en su barca, solo quedarán los recuerdos de quienes la vieron, pintar el cielo con versos, devolverle la sal a la vida.